El ser humano, cada persona, no es un ser aislado. Desde antes de nacer ya está en relación con otras personas: mamá, papá, hermanos... lo que llamamos familia. Es tan importante y relevante este grupo social, que afectará irremediablemente el resto de la vida del ser humano. Para bien o para mal. La familia marcará incluso la forma en que nos vemos.

¿Qué importancia tiene para ustedes la familia?

Narraciones para reflexionar.

Esta página nos permite compartir narraciones que ayuden a reflexionar acerca del valor de la familia y de la propia persona. También con estas narraciones podemos enviar un mensaje que permita al lector cuestionar su propia actitud, con el fin de valorarse a sí mismo e ir construyendo su propia personalidad sana y positiva.

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La Carreta Vacía.

Era una calurosa tarde de verano. Juan caminaba junto a su padre por un polvoso camino, desde su casa hacia la ermita de la comunidad. El muchacho hubiese preferido ir al río esa mañana para refrescarse. Pero no quería dejar sólo a su papá, quien le había ofrecido al cura del pueblo arreglar la vieja puerta de la capilla. Sería un trabajo muy pesado para Don Pedro, no tanto por su edad, sino más bien por lo caluroso del día. Don Pedro, papá de Juan, ya tenía varios veranos vividos y mucha experiencia acumulada en su recorrido por la vida.
Mientras caminaban, así de pronto se escuchó un fuerte sonido a lo lejos, como de madera saltando varios metros atrás de ellos.
- ¿Qué es eso? - preguntó Juan a su padre, algo sorprendido.
Don Pedro escuchó con detenimiento y, después de un momento sentenció
- Es una carreta vacía hijo.
- ¿Una carreta vacía? ¿Cómo sabe eso papá, si no se ve nada en el camino?
- Yo sé lo que te digo. Espera un poco y lo verás.
Ambos se detuvieron y esperaron poco tiempo en el camino. Al poco rato pasó rápidamente y frente a ellos una carreta, llevada por dos caballos, completamente vacía. Juan, sorprendido de lo atinado que había sido su padre, le preguntó:
- Bueno papá, y ¿cómo sabía usted que era una carreta y, que además, estaba vacía?
- Eso es fácil hijo. Si esa carreta estuviese llena no haría tanto ruido, pues el peso de la carga le asentaría sobre sus ruedas y no saltaría tanto. Además, iría mucho más lenta, por lo que no podría hacer tanto ruido.
Mi padre se me quedó mirando fijo a los ojos y, como aprovechando el momento, me comentó:
- Fíjate Juan que así pasa con algunas personas. Mientras más ruido hacen, cuanto más hablan, ríen o gritan para llamar la atención, más vacías están.
En ese momento no entendí mucho a mi papá. Pero con el tiempo lo fui comprendiendo. A lo largo de mi vida he encontrado gente muy "popular" que suelen ser el centro de la atención en veladas muy alegres. En ocasiones son admiradas por otras personas. Nunca dejan de hablar y pareciera que son muy felices. Pero cuando llegan a estar solos, o en momentos que se requiere tomar decisiones serías en el grupo, son ellas las que menos quieren comprometerse y apoyar a los demás a empujar las cargas. Gente vacía que no lleva mucho por dentro. No han construido su vida con valores y prioridades bien escogidas. Hacen mucho ruido, pero tiene poca sustancia.

* ¿Qué tú crees? ¿tu carreta está vacía o la llevas llena por el camino de la vida? y los demás ¿qué dicen de ti?
* En tu familia ¿hay carretas vacías?
* ¿Qué crees que puedes hacer para "cargar" tu vida con aquello que vale la pena?

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El perro y el espejo.

Cuando muchacho en casa teníamos un perro. Danger llegó a nuestra vida a mis 12 años, siendo un cachorro con menos de un mes de nacido. Por cosas del destino, cuando pequeño, fue arrollado por un auto. Por más que luchamos con él fue imposible entablillar su pata derecha, pues rápidamente se quitaba el vendaje. Así las cosas, Danger vivió sus 16 años con un ligero salto que lo distinguía de los demás perros del barrio.
En una ocasión, teniendo el animal unos dos años y yo llegando a plena adolescencia, mientras peinaba frente al espejo de mi cuarto mi escaso cabello, el perro se levantó en sus patas traseras para averiguar qué es lo que yo miraba. Danger, apenas se vio en el espejo, empezó a ladrar desaforado. Sorprendido por el perro que veía frente a sí, y creyendo que estaba frente a una ventana, corrió hacia el cuarto del otro lado de la pared, dispuesto a luchar contra el perro que se había metido a su casa sin ningún respeto. Lógico, no encontró nada. Volvió para echar otra ojeada al espejó, sorprendiéndose de encontrar nuevamente al can que creía haber ahuyentado. Corrió nuevamente al cuarto continuo y no encontró nada. Esta actividad la hizo otras tres veces más, hasta que exhausto, decidió olfatear a su contrincante desde el espejo donde lo había encontrado la primera vez.Yo no soporté más y tiré una sonora carcajada ante la gracia y la sorpresa del perro. Creo que Danger algo entendió de todo el suceso, pues más sereno, se dedicó a olfatear el espejo con tranquilidad, mientras meneaba la cola.

En ocasiones nos pasa a las personas como a mi perrito Danger. Ante los sucesos negativos de la vida, buscamos a un responsable "del otro lado de todo" sin querer asumir nosotros la responsabilidad de nuestros actos y palabras. Corremos una y otra vez a buscar al "infractor", pero al final terminamos, los más afortunados, en darnos cuenta que el único responsable somos nosotros. No importa si fueron por los consejos de otro, por el ejemplo que me dieron otros, por la presión de grupo... No importa, porque al final el único responsable de tus actos eres tú mismo. Son tus decisiones las que determinarán tu futuro. Es bueno que nos demos cuenta de esto lo más pronto posible, para que podamos detenernos y contemplar quienes somos realmente y, desde allí, empezar a reconstruir nuestra vida y nuestras relaciones, de forma positiva, con los demás.
* ¿Te hacer responsable o estás buscando a quien cargarle tus responsabilidades?
* ¿De qué debes hacerte responsable en tu vida?

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Cuando los nazis vinieron


El concepto de la solidaridad es importante en el tema de la autoestima y familia sólida. Debemos ser solidarios, iniciando en casa, con quienes amamos. Si no somos capaces de serlo con la familia ¿cómo podremos ser solidarios con otros? La solidaridad es un valor que enaltece al ser humano. Desde las pequeñas cosas; desde el aporte en el hogar y en los estudios. Es una forma de decir "me importas", que genera un efecto de arrastre: basta con que uno inicie para que otros sigan el ejemplo.
Este escrito del pastor Luterano Martin Niemöller expresa la actitud solidaria en los momentos más difíciles de represión durante la segunda guerra mundial. Se las dejo para su reflexión.

Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista,

Cuando encarcelaron a los social demócratas,
guardé silencio,
porque yo no era social demócrata,
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,

Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,

Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.

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El puente.


El ser humano, como hemos dicho en los artículos de este blog, es un ser en relación con otros. En ocasiones algunos elementos del entorno nos hacen olvidar lo importante que son las otras personas en nuestra vida, llegando incluso a renegar o discutir con ellas por cuestiones que realmente no son más importantes. Especialmente si la relación afectada es con la familia, como en el caso de esta historia que presento a continuación.

Se dice que en un pueblo, muchos años atrás, vivían dos jóvenes con su padre, ya anciano. Este último era dueño de miles de hectáreas de tierra fértil y muchas otras propiedades. Los hermanos eran muy unidos desde pequeños; pues compartían sus alegrías y tristezas el uno con el otro. Se amaban tanto que cada uno construyó su casa frente a la del otro, separados únicamente por un pequeño y tranquilo arroyo. En su orilla y a la sombra de los árboles que crecían en la rivera, se sentaban los hermanos a conversar o a pescar por horas. Su padre admiraba esta actitud de sus hijos y se sentía orgulloso de ambos. Estaba convencido de que nada cambiaría la fuerza del amor que se manifestaban sus hijos.
Pasado el tiempo el anciano murió, dejando sin testamento a sus herederos. Entonces, su actitud cambió. Ambos empezaron a pelear por los bienes de su padre. Discutieron tanto que fue imposible que se pusieran de acuerdo. Finalmente ambos contrataron abogados para litigar por las propiedades. Después de un par de años, el hermano menor ganó, con la argucia de sus abogados, logrando que se le diera el 80 % de las propiedades de su padre. Debido a esto ambos hermanos se distanciaron aún más, incluso evitando encontrarse.
En una ocasión, saliendo de la iglesia, se encontraron los hermanos. Sólo fue verse y empezaron a decirse improperios a diestra y siniestra. No llegaron a los golpes porque quienes les acompañaban se lo impidieron. Cada quien llegó a su casa molesto y decidido a no volverse a ver nunca más. El hermano menor, quien se había quedado con la mayoría de las propiedades, pensaba en la mejor manera de alejarse lo más posible de su hermano. En eso estaba cuando alguien tocó a su puerta. Era un carpintero que buscaba trabajo de casa en casa.
- Buenas señor -le dijo el carpintero - ¿No tendrá algún trabajo que pueda hacerle? Soy bueno para hacer cualquier cosa en madera.
Al joven se le iluminaron los ojos y le dijo.
- Sí, tengo un trabajo para usted. Quiero que construya una barda de madera a lo largo de ese arroyo; desde donde nace en mi propiedad, hasta donde sale de ella.
El carpintero, asombrado, miraba la gran distancia y calculaba la cantidad de madera y clavos que habría de gastar en tal faena.
- Es bastante trabajo el que pide.
- No me importa cuanto pueda costar. Puede cortar la madera del bosque a la orilla del arroyo y lo demás se lo pagaré yo. Todo con tal de no ver más la casa de mi hermano; esa que me queda de frente. Sólo asegúrese de que la barda en esa parte sea el doble de alta.
- Entiendo señor, no hay problema, yo me encargo.- dijo el carpintero.
- Bien. Yo me iré por unos días y volveré para ver su trabajo. - dijo el joven.
Durante más de dos semanas el joven terrateniente estuvo lejos de su casa, visitando el resto de la propiedad y entreteniéndose en otros negocios. Cuando volvió por fin a su hogar se encontró al carpintero esperándole.
- Venga patrón, mire lo que le hice y que bien me quedó.
Diciendo esto el carpintero le mostró, a cierta distancia, un hermoso puente que cruzaba de su propiedad a la de su hermano. El joven se puso colorado de la cólera y reclamó al carpintero:
- Yo le pedí que construyera una barda a lo largo del arroyo, no un puente que lo atravesara.
- Bueno - dijo el carpintero - la verdad es que valoré que era mucha madera por gusto. Además, el puente me quedó de lo más lindo. Vaya, acérquese, para que lo pueda apreciar.
El carpintero fue tan convincente que el joven caminó hacia el puente, sin dejar de balbucear, molesto, por la pérdida de tiempo y dinero en la construcción de un puente que él no quería. Al llegar cerca del puente pudo observar que su hermano mayor estaba sobre el mismo, contemplando la estructura.
- Vaya, ahora tendré que lidiar nuevamente con este. - Pensó para sus adentros.
Cuando llegó a la par de su hermano mayor, este, con lágrimas en los ojos, le abrazó diciendo
- Hermano, perdóname. Yo estaba tan molesto contigo por quedarte con la mayoría de las propiedades de mi padre, que buscaba la manera de alejarme lo más que pudiese de ti; y tú en cambio construyes un puente entre tu propiedad y la mía para acercarnos. Perdóname, porque olvidé la gran riqueza que Dios me dio en mi hermano.
El joven, sorprendido por la reacción de su hermano, quebrantó su corazón y, recordando los buenos momentos que habían compartido juntos y el amor fraterno que se tenían, prorrumpió en llanto y pidió también perdón a su hermano por la avaricia que había nublado su corazón.
Se dice que después de esto los hermanos registraron como propiedad común las propiedades heredadas por su padre, teniendo ambos iguales derechos en la misma. Y volvieron a pasar horas de buena conversación a las orillas del arroyo, junto al puente, incluso después de haberse cada uno casado.
Y del carpintero; pues de él casi no se sabe nada. Así como llegó, de pronto se fue. Nadie supo quien era ni de donde venía. Eso sí, cobró muy bien por el puente que había construido.

Ante esta historia sería bueno preguntarnos:

  • ¿Sabes perdonar o estás a la espera de que te pidan perdón?
  • ¿Estás construyendo  puentes en tu relación con los demás, o bardas imposibles de superar?

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