El problema es que nos dejamos llenar de preocupaciones y temores, en ocasiones justificados por la realidad que nos rodea y que puede ser realmente amenazante. Pero también los temores están centrados en nuestra propia sensación de pequeñez, de poco valor ante la vida y el futuro. Entramos así en una situación de angustia y depresión de la que es difícil salir. Esta sensación interna de pequeñez es un factor interno en el ser humano, ligada a la percepción que se tiene de sí mismo, de la llamada autoestima.
La autoestima se entiende como la evaluación o valoración que uno hace sobre sí mismo. Literalmente es cómo te estimas a ti mismo. Cuanto te quieres. Se puede extender uno en conceptos técnicos y profundos, filosofando sobre la existencia humana. Pero en este espacio nos quedaremos con esta concepción.
Hay varios elementos que entran en juego en el desarrollo de la personalidad y, por ende, de la autoestima: el aspecto afectivo, lo racional, el ser un sujeto único e irrepetible, la libertad, el ser imagen de Dios y la persona como ser en relación. Cada aspecto es relevante. Cada uno de estos elementos merece un espacio de reflexión. Pero no hay que olvidar que todos están íntegramente unidos en cada ser humano. Son parte de cada uno. No olvidemos esto.
Recuerda, hay que retomar el ejercicio de los factores antes de continuar. Ánimo y adelante.
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